Arriaga antzokia


Teatro Arriaga (1885)

En 1882 se presento la Moción de la Comisión Especial de Nuevas Obras Municipales proponiendo las bases para un concurso encaminado a la construcción de un teatro en esta villa que estipulo las condiciones que debía cumplir el proyecto del nuevo teatro que se iba a construir en el Arenal. Basándose en ellas, el arquitecto Joaquín Rucoba proyecto el que en un origen fue conocido como el “Nuevo Teatro” y que posteriormente paso a denominarse Teatro Arriaga. El solar elegido a tal efecto fue el terreno de propiedad municipal en el que se hallaba el coliseo proyectado por Juan Bautista de Escondrillas, al que hemos dedicado un epígrafe, y en él debía erigirse un edificio aislado, con su fachada principal orientada hacia El Arenal, bello, solido, cómodo y de aspecto digno.

Todos estos condicionantes y muchos más fueron tenidos en cuenta por Joaquín Rucoba, arquitecto que proyecto el Arriaga y que por aquel entonces ocupaba el puesto de arquitecto municipal en Bilbao. Las obras se desarrollaron entre 1886 y 1890 y fueron financiadas por la Sociedad Anónima Nuevo Teatro de Bilbao. El resultado fue un edificio ecléctico que ajusto su planta trapezoidal a la forma triangular del solar, y en el que se combinaron los materiales más o menos convencionales que se aprecian en su exterior, con el uso del hierro como elemento estructural principal. Además, tal y como se especificaba en las condiciones facultativas, el bajo del edificio debía dedicarse a locales comerciales, como así fue hasta que el teatro paso a maños municipales a comienzos de los años ochenta.

El Teatro de la Opera de Paris, proyectado por Charles Garnier en 1861 fue considerado un autentico hito dentro de la tipología, e influyo en muchos teatros europeos construidos a posteriori.  El Arriaga no se escapa a esta influencia francesa, que no solo está relacionada con el Palais Garnier, sino también con otros como el Théâtre de la Renaissance del que tomo gran parte de su repertorio decorativo. Asimismo el uso del hierro como elemento estructural es otra de las características comunes con el modelo de Garnier, si bien el edificio de Rucoba exhibe orgulloso en su interior su esqueleto metálico, símbolo de una de las principales actividades industriales del momento. Evidentemente el uso de este material se planteo como una medida destinada a paliar el problema de los incendios. Sin embargo, el edificio quedo destruido en un incendio que tuvo lugar a fines de 1914 y tras un largo periodo, en el que se hablo incluso de la desaparición del teatro, volvió a abrir sus puertas totalmente reconstruido en 1919. Así, su sala en forma de herradura con un aforo cercano a las 1500 localidades volvió a lucir en todo su esplendor, si bien este fue apagándose con el paso de las décadas, hasta alcanzar un aspecto de autentico abandono.

Hasta los años ochenta, la explotación comercial de la planta baja del Teatro Arriaga hipoteco muchos de los espacios que habían sido característicos muchos teatros europeos del siglo XIX. No debemos olvidar que el teatro era –y en gran medida sigue siendo- además de un local de entretenimiento, un centro de reunión que debe contar con estancias subsidiarias destinadas a que el público pueda relacionarse en los entreactos. El teatro de Rucoba carecía de hall, foyer o cualquier otro lugar de reunión, ya que la planta baja estaba ocupada por comercios y en la entreplanta se hallaba la sede del Club Náutico. Estos espacios fueron recuperados para el teatro, cuando este paso a maños municipales. Así, el teatro proyectado por Joaquín Rucoba se convirtió en un teatro decimonónico modélico tras la restauración efectuada por el arquitecto Hurtado de Saracho, que lo doto de un hall, una gran escalinata de acceso, un foyer, o una sala polivalente, además de otras dependencias de las que se pudo disfrutar tras su reinauguración en 1986.

Bilbao Salsidua, M.: Arquitectura teatral en Bilbao durante los siglos XIX y XX. De los lugares para la memoria a los espacios recuperados. Bidebarrieta, 23 (2012), pp. 37-52.